El poder y la riqueza
nublan nuestros ojos y nos apartan de la verdad. Nos cuesta ablandar nuestro
corazón, ser humildes y abrazar el amor y la misericordia con los necesitados.
Y eso nos impide creer.
Señor, te entrego mi
vida. Al menos esa es mi intención, porque sé que solo en Ti, todo lo que
construya, será sólido y eterno. Amén.
Nuestra libertad nos traiciona y nos aleja de considerarnos iguales a los demás. Y Dios nos la respeta pacientemente. Nos sentimos fuertes para imponer nuestra voluntad e ignorantemente nos cerramos a la Verdad y la Misericordia.
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