María
alcanza a ver, en la Voluntad del Dios de Israel, lo que todavía no ha
despuntado: la salvación para los últimos, para los descartados, la esperanza
de quienes ya no esperan.
¡Señor,
cuánta oscuridad encuentro en el camino! ¡Cuántas dudas salen a mi encuentro y
tratan de derribar mi poca fe! ¡Señor, aumenta mi fe y fortalece mi esperanza
para que me sostenga en tu Amor y Misericordia!
María es ya
de Dios, agraciada por Él y deseosa de que sus planes se hagan historia. Sus
palabras sencillas y hondas revelan su disponibilidad total:
Hágase en mí tu Voluntad.
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