Ocurre que si la meta buscada no está clara, a la menor zozobra puedes desviarte. Porque en el camino hay muchos nubarrones que sombrean el camino y te confunden. Apetencias, apegos, tentaciones, prisas, consumo, sexo, alcohol, trabajo, poder, riquezas...etc., son piedras que si no están bien pulidas pueden ser trampas para despeñarte y desviarte del camino.
No conviene dejar la reflexión, y menos la oración, porque el camino es peligroso y recorrerlo solo es darle oportunidad a quien está permanentemente al acecho, y sabe como seducirte y vencerte. La indiferencia y pasar de largo estos consejos nos pueden pasar factura.
Por eso y para eso tenemos al Espíritu Santo, que nos asiste, nos aconseja y nos protege. Y si lo llamamos viene. Él es nuestro guía y nuestra fortaleza.
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