martes, 19 de julio de 2016



El hombre es un ser en relación creado para amar. Y es el amor lo que tiende a unir tan fuertemente que, prescindiendo de vínculos de sangre, la unidad se afirma en el espíritu del amor. Así nos ama Dios, y así nos ha creado, por Amor, para que vivamos eternamente por y para amar misericordiosamente como Él.

Somos sus hijos en y por el Espíritu, que nos crea y nos da la herencia de su Gloria, y nos hace coherederos, en y con su Hijo, nuestro Señor, de su Gloria. No por nuestros méritos, sino por los de Xto. Jesús., que con su Muerte y Resurrección ha pagado el rescate de nuestros pecados para darnos la salvación.

Desde ahí observamos que, María, la Madre, no sólo le une a Jesús, el Hijo de Dios, una relación materno – filial bajo la naturaleza humana, sino que, también, en el Espíritu de Dios es la primera criatura que se abre a su Gracia y a su Voluntad quedando revestida Inmaculadamente como Madre de Dios y, también por regalo de su Hijo, Madre nuestra.

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