sábado, 23 de julio de 2016



En el camino de tu vida descubres que lo verdaderamente importante no son tus pasos, ni tampoco los zapatos con los que los vas dando, sino las huellas que vayas dejando. Y eso es así porque dentro de ti hay dos inclinaciones, una buena y otra mala.

La cuestión es dejar la buena, porque es la que tú deseas, y apartar la mala, la que todos, aunque muchas veces la hagamos, nadie la quiere realizar. Pero experimentamos que nos cuesta vencer y desterrar las malas intenciones y que nuestra humanidad está sometida al mal.

Descubrimos, entonces, que sólo estamos vencidos. Podemos y creemos que podemos liberarnos, pero caemos una y otra vez. Y sólo cuando tomemos conciencia de nuestra debilidad y de que con nosotros está también la cizaña que nos amenaza, podremos, injertados en el Señor, arrancarla de nuestro corazón.

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