En la medida que transcurre nuestra vida descubrimos que a
pesar de tener riqueza, bienes, poder, salud y belleza, la felicidad no está
conseguida con todo eso. Y, es más, nuestra vida no depende de tener o no
tener. En cualquier momento podemos perderla por mucho que tengamos.
Luego, nos planteamos, ¿para quién o quiénes será todo lo
acumulado? Nuestros planes no se sostienen y se vienen abajo por cualquier causa.
Necios somos aquellos que apoyamos la felicidad y nuestra vida en las cosas de
este mundo, porque de nada nos sirve.
Sólo nos vale, aunque
nos resistamos a creerlo, ponerla en Manos de Dios. Porque lo único que vale es
lo que atesoremos lo que realmente es riqueza para Dios. Y eso pasa por ser
misericordioso como el Padre. Todo lo demás no sirve para mucho.
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