domingo, 12 de febrero de 2017

Nos resulta más cómodo aplicar la letra y dejar su espíritu dormido. Cuando hablamos de matar hablamos de la muerte física. Y si ella no se produce, podemos afirmar que no ha habido muerte. Sin embargo, basta la intención para que, aunque no por ley civil, pero sí desde la moral y el pensamiento, haya también muerte.

Porque, no sólo matamos físicamente, sino también destruimos a una persona con la lengua, las murmuraciones y pensamientos malintencionados. La despojamos de su honor y prestigio y, aunque no la privamos de su muerte física, si la dejamos muerta moralmente y avocada a su propia destrucción.

El espíritu de la Ley va mucho más allá que la propia letra. Y a eso se refiere Jesús cuando nos habla de lo que está dentro del corazón del hombre y va allá más lejos que el propio acto material. No se trata simplemente de no hacer, sino de no desearlo o pensarlo. Jesús, sin quitar ni modificar nada, perfecciona y da más sentido profundo al espíritu de la Ley. 

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