La Palabra de Dios contagia cuando es verdadera Palabra. Y eso se produce cuando la Palabra sincroniza con la vida. De tal forma que lo
que se escucha se acoge, se guarda en el corazón y se lleva a la vida. Nace así
el testimonio. Y cuando el testimonio viene de la Palabra de Dios escuchada y
vivida, atrae y es acogida en el corazón.
Porque la Verdad es la Palabra, y el hombre busca y quiere
la Verdad. La Verdad que no miente, que no seduce para engañar y que coincide
con la justicia y el amor. Una Verdad que se hace vida y llena de felicidad.
Una Palabra verdadera que viene de quien da testimonio de lo que dice y hace.
Una Palabra que se
cumple en su integridad y que nunca falla. Una Palabra que nos habla del gozo y
la felicidad de vivir eternamente en la Casa del Padre. De donde hemos venido y
a dónde iremos de nuevo. Una Palabra esperada que está sellada en nuestro
corazón y que al escucharla lo despierta y enciende.
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