viernes, 7 de diciembre de 2018

Resultado de imagen de Mt 9,27-31
Este mundo no nos ofrece sino, en el mejor de los casos, un mal rato de felicidad, por llamarlo así, que en poco tiempo desaparece. La mayor parte de nuestra vida se debate en el dolor y sufrimiento. Unas veces personales y otras indirectamente. La vida, a pesar de tantas promesas, está llena de malos momentos.

Sin embargo, el hombre, por los ojos del cuerpo no ve sino lo que está delante de él y se afana en correr a las promesas del dios dinero, emperador del mundo, con el que cree alcanzar esa felicidad que desea desesperadamente. Pero, a pesar de su poder y riqueza no experimenta esa paz y satisfacción interior que necesita.

Es cuestión de moverse y apoyarse, tal y como decíamos ayer, en la Roca que sostenga y nos salve de las tempestades de este mundo. Necesitamos ver, pero no sólo ver con los ojos del cuerpo sino también con los del alma. Aquellos dos ciegos lo tuvieron claro y corrieron a encontrarse con Jesús. Ya le veían y ahora también le pidieron ver con sus ojos corporales.

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