viernes, 14 de diciembre de 2018

Muchos al ver las exigencias y radicalidad de Juan y el ascetismo de su propia vida le rechazaban alegando su sobriedad y su vida de asceta. Pero, al contrario de Juan, reprochan a Jesús su natural disfrute de la vida tachándole de comilón. La cuestión es el rechazo.

Y rechazamos por antonomasia todo aquello que no se ajusta a nuestros intereses y que nos resulta incómodo. No reconocemos al profeta y seguimos esperando al que nosotros deseamos. A todo ponemos faltas y justificaciones que corresponden más a nuestras apetencias que a la realidad.

Nos planteamos a quien seguir, y ese seguimiento pasa por el filtro de nuestros intereses y nuestros gustos. Buscamos un profeta que no nos incomode ni nos exija cambios ni salir de nuestras comodidades y planteamientos en los que estamos instalados. Así que ponemos en duda sus identidades.

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