Hay muchos que presumen de inteligencia y de suficiencia. Sin embargo, nada podrán decir, solo supuestos imaginarios y fantasiosos, sobre la existencia de la semilla y los frutos del campo. La tierra madre ha sido creada junto con todo lo que de ella nos viene dado.
La realidad de la semilla y sus frutos es una prueba palpable de la creación que Dios ha regalado al mundo y del que espera frutos de amor. Frutos de justicia, de verdad y de fraternidad que hagan de este mundo un lugar donde se comparta y todos tengamos lo necesario.
Pero, ¿es ese mundo que Dios, nuestro Padre y Señor de la Viña, espera que le presentemos, el que estamos cultivando y construyendo? Posiblemente, la pregunta que debemos hacernos es, ¿construimos según la Voluntad de Dios, o lo hacemos según la nuestra?
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