No
se trata de palabras bonitas. Se trata de amar como nos ama nuestro Padre Dios.
Seguir a Jesús significa amar como Él nos amó. Sus últimas palabras en la Cruz
nos lo revelan: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».
Gracias,
Señor, porque, cada día vivido, es una bendición tuya, y una oportunidad para,
aceptando todos los avatares que la vida nos depara, responder a tu Amor
Misericordioso.
Y
sabemos lo duro que resulta. Pero esa es nuestra cruz: la que solo podremos
cargar si nos abrimos a la acción del Espíritu Santo, que vino a nosotros en la
hora de nuestro bautismo.
Si dejamos que Él nos transforme, descubriremos que el amor no es una carga imposible, sino la fuerza que vence al mal y abre las puertas de la verdadera vida en Cristo.
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