Para Dios nadie es un
desecho ni una vida perdida. Él no descarta a nadie, ni da por irrecuperable a
quien se ha extraviado. Nosotros, en cambio, solemos considerar gastado o sin
futuro aquello que ya no nos sirve.
Es un ejemplo y una
referencia para encontrar caminos hacia su Hijo, nuestro Señor. Obediencia,
sumisión, fe, docilidad, paciencia, confianza, espera, caridad y misericordia.
Muchas de estas actitudes que encarna María, nuestra Madre, nos ayudarán a encontrarnos
con su Hijo.
Todos los olvidados y descartados tienen en Dios la oportunidad de ser reintegrados en la comunidad humana. Él nunca se rinde. Por eso, la segunda oportunidad siempre está abierta, y se hace visible y concreta en los sacramentos del perdón y de la Eucaristía.
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