María dio a Jesús vida,
aliento, alimento y educación. En Él hay algo profundamente suyo: es su Hijo y
lleva en sí la ternura de su Madre. María, mujer preciosa y bendecida por Dios,
se supo siempre agraciada por Él.
Sé, Dios mío, que
mientras camine por este mundo no entenderé tu Amor Misericordioso, incluso
hasta dudaré de tu presencia. Pero, creo, porque no lo puedo entender de otra
manera, que me amas hasta el extremo de dar tu Vida para salvar la mía.
También es nuestra Madre. Jesús nos la entregó desde la cruz en el discípulo Juan. A ella podemos acudir como hijos, pidiendo su intercesión y sus cuidados, para que su Hijo, nuestro Señor, nos conceda su Gracia.
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