También nosotros somos misioneros de la palabra con nuestra vida y
nuestros actos. Allá donde estemos: familia, trabajo, ocio, amigos, etc.,
podemos dejar la huella de nuestra identidad cristiana.
Señor, mi esperanza se apoya en tu infinita Misericordia. Nunca
entenderé, mientras esté en este mundo, tu Amor misericordioso, ni tu deseo de
búsqueda sabiendo lo miserable que soy y el lastre de pecados que lleva mi
vida. ¡Gracias, Dios mío!
Desde la hora de nuestro bautismo, somos nuevos discípulos que, llegado nuestro momento, podemos dar testimonio de la Verdad asistidos en el Espíritu Santo desde el lugar concreto donde respira nuestra vida.
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Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.