El nacimiento de Jesús es también una invitación a complicar nuestra
vida con la suya, a ayudarlo en su tarea de sanar y liberar. Es una llamada a
ser sus manos que reciben y cuidan.
Gracias, Señor, por tu venida, por tu presencia cada día junto a mis
pasos y camino. En Ti, mi Señor, por tu infinita Misericordia, a pesar de mis
fallos, me siento seguro y salvado.
A ser su mirada, que acaricia, admira y descubre posibilidades; a ser su corazón, que se conmueve, se indigna y ama. Hoy es noche para contemplar, para mañana lanzarnos a los caminos de Jesús con confianza y sin descanso.
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