Cuando decides realizar una larga caminata te provees de lo necesario para reparar fuerzas. Se hace necesario parar en el camino y reponer las fuerzas perdidas con el alimento que hemos llevado. Continuar la marcha exige descanso y alimentarse para no desfallecer.
Igual ocurre en la marcha de nuestra verdadera vida, la vida a la que estamos llamados: La Vida Eterna y plena de gozo y felicidad junto al Padre. Pero ese alimento no se encuentra en cualquier lugar. Es el alimento que recibimos al comer el Cuerpo y la Sangre de Xto. Jesús.
No es un alimento que tenemos que llevar, sino un alimento que recibimos cada vez que celebramos el Sacramento de la Eucaristía tal y como Él mismo nos lo dijo.
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