Hay cosas que no le encontramos explicación. No pensábamos hacer eso, pero sin saber cómo y por qué nos encontramos haciéndolo. También nos ocurre que nos descubrimos haciendo cosas que jamás habíamos pensado hacerla. Escribir un libro, dar catequesis en la cárcel o tener la fuerza y valentía de hablar a mucha gente extraña, y quizás con una fe tibia o nula del Amor de Dios. Son cosas que ni se nos había pasado por la cabeza.
El Espíritu de Dios nos impulsa y nos guía en la medida que nos dejemos llevar por Él. No cabe ninguna duda que está en nosotros, pero necesita que le llamemos y que le demos el permiso de que actúe en nosotros. Somos libres y respeta nuestra libertad. Depende de nosotros su acción en nosotros.
Y lo sabemos porque sus efectos son el gozo, la satisfacción de sentirnos a gusto y en paz. Notamos que Él ha actuado en nosotros porque sentimos un impulso que experimentamos no viene de nosotros. El el Espíritu de Jesús Resucitado quien nos mueve.
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