Desde siempre, el hombre ha buscado seguridades. Es más, ha antepuesto su seguridad a muchas otras prioridades de su vida. Incluso hasta llegar a comprometer la familia. Muchas batallas y guerras son como consecuencia de las seguridades. El hombre quiere sentirse seguro, y por eso es capaz hasta de matar a su semejante.
Seguir a Jesús supone abandonarnos, despojándonos de toda seguridad y confiando en su poder, sin desesperar ni impacientarse ante las tempestades y vientos que nos azotan en el peregrinar de nuestra vida. Seguir a Jesús supone ponerlo en el centro de nuestra vida por encima de toda otra prioridad.
Seguir a Jesús es dar pasos firmes en este mundo pero con la mirada levantada pendientes de los pasos de Jesús.
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