No nos ponemos en camino sin ningún interés. Pero ocurre que a veces no elegimos bien lo que más nos conviene y nos perdemos en buscar cosas que luego sólo son parches y no solución definitiva. Así nos sucede con las cosas de este mundo. Las valoramos más que las cosas del otro.
Y nos afanamos en buscar y atesorar tesoros que luego no guardan el interés que tanto les habíamos prestados. Y descubrimos que son caducos y no nos solucionan mucho.
Por eso, buscar a Jesús no es para un rato o para que nos saque de un apuro. Si es así, perdemos el tiempo. Buscarlo es para intimar con Él, seguirle y vivir en su Palabra. Entonces habremos acertado con el único y verdadero Tesoro.
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