No hay nada que temer, porque el Señor está con nosotros, nos quiere y nos ha salvado. Si es verdad que el recorrido que tendremos que hacer en su compañía no es fácil. Hay una batalla dura y larga que librar, y necesitamos toda la fuerza y medios de que podamos disponer para vencer.
Lo principal es no despegarnos de Él. Eucaristía y Penitencia son fundamentales e imprescindibles. Y también la comunidad. Es en ella donde surgen los compromisos y nos dan razones y oportunidad para amar. Y compartiendo nuestra fe la fortalecemos.
Por lo tanto, a pesar de las dificultades, sufrimientos y durezas del camino, yendo con Jesús no hay nada que temer.
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