martes, 11 de noviembre de 2014



Con el tiempo no vamos creyendo importantes. Incluso no creemos más importantes que los que llegan a última hora. En nuestra parroquia somos ya veteranos y nos parece que los últimos tienen que hacer los peores servicios o considerarse menos que nosotros. 

Es posible que no nos lo creamos, pero estamos tentados a eso. Necesitamos cargarnos de humildad cada día delante del sagrario y pedirle al Señor que nos baste con hacer lo que debemos hacer. Y eso pasa por poner todos nuestros talentos, recibidos gratuitamente, al servicio de los últimos y también de los primeros.

Porque primeros y últimos y viceversa somos todos hijos de Dios y amarnos es nuestro deber. Así que hacerlo es lo que realmente Dios espera de nosotros sin derecho a nada, pues es esa nuestra misión.

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