La vida va endureciendo tu corazón hasta tal punto que llega un momento que te propones creer sólo lo que ves. Esa frase que todos hemos dicho y oídos muchas veces: "Si no lo veo, no lo creo". Los ojos de la fe no son iguales a los ojos de nuestra vista física.
Sin lugar a duda que los segundo necesitan ver para creer. Pero los primeros pueden llegar a creer sin necesidad de ver. Y Juan el Bautista vio más allá de lo que veían sus ojos físicos, vio que Aquella Persona era más que una Persona, era el Hijo de Dios.
Y es que cuando nos dejamos llevar por el Espíritu de Dios podemos ver su Grandeza y sus maravillas.
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