martes, 7 de julio de 2015



Todos sabemos dónde está el bien y donde el mal. Sabemos por experiencia lo que no debemos hacer, pero sucumbimos al egoísmo y a la apetencia. No resistimos nuestra humanidad.

Experimentamos nuestra debilidad, pero también remordimiento y deseos de superarnos y vencernos. Es decir, deseos de hacer el bien. Sin embargo, fracasamos una y otra vez hasta el punto de darlo por imposible.

Olvidamos que no estamos solos, y que nos acompaña el Espíritu de Dios. Con Él podemos vencer. Sólo necesitamos querer.

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