Jesús no apareció de repente. Todo en Él fue pensado y su plan de encarnación se inició con Abraham, de modo que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.
En esas generaciones hubo de todo, desde extranjeros y pecadoras hasta llegar al momento pleno de María, la joven llena de Gracia preservada de todo pecado para ser la Madre de Dios. La Redención no puede estar manchada y ese anuncio del Ángel comunicándole que ha sido llena de Gracia la hace Inmaculada.
Nuestro sentido común dice lo mismo, y para Dios nada hay imposible. ¿Cómo la Madre del Redentor puede estar manchada de pecado? Sería ilógico e incoherente. El Sol no puede salir de la oscuridad. Así la Iglesia ha definido a la Virgen, la Madre Dios, Inmaculada sin mancha de pecado.
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