Ocurre
que le echamos a Dios la culpa de lo que nos sucede. ¿Y qué nos ocurre? ¿Acaso
Dios nos ha dado la bondad, el sentido de justicia, la honradez, la verdad y el
amor para usarlo mal? ¿Nos ha hecho Dios vengativos, soberbios y envidiosos?
¿Quiere Dios que nos odiemos?
¿No
es todo lo contrario? ¿No se ha hecho Hombre, Dios, para igualado a nosotros,
menos en el pecado, hablarnos y enseñarnos a amar? Luego, si hacemos lo que
Dios nos enseña y quiere, todo iría, no sólo mejor, sino muy bien. Habría paz, justicia, perdón y amor. Eso es lo que Dios quiere instaurar, su Reino.
No habría hambre,
injusticias, pobreza, mentiras, odios, venganzas, muertes, atentados, guerras.
El mundo sería lo que Dios quiere, pero parece que el hombre no quiere hacerle
caso a Dios. Y así nos va. No echemos, por tanto, la culpa a Dios.
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