miércoles, 3 de febrero de 2016




El refrán nos recuerda que en casa no hay profeta, porque no se le escucha ni se le valora. Lo que se tiene, se esconde y no se le da valor. Sin embargo, estrellas opacas que llegan de afuera son recibidas a la luz del sol y se les da toda la luz que necesitan para que brillen.

Al parecer, todo lo que no es del lugar es bien valorado y se le presta atención. Para lo propio y del lugar, ocurre que encuentran más dificultades y menos comprensión. Al parecer, siempre ha ocurrido así, y con Jesús ocurrió de la misma forma.

Posiblemente sea algo natural a nuestra propia esencia pecadora. El pecado nos ciega y nos enfrenta con los de nuestra propia casa. Necesitamos la Gracia del Espíritu para poder vencer ese odio y sed de venganza con nuestros propios hermanos y poder reconocer sus méritos.

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