lunes, 2 de mayo de 2016



El camino de la vida, tarde o temprano, nos interpela y nos cuestiona nuestro destino. Experimentamos que estamos hechos para amar, porque cuando amamos sentimos gozo, paz y alegría. Pero también sentimos fuerzas en nuestro interior que nos inclinan y arrastran al odio y egoísmo.

Se establece una lucha en nuestro interior que nos preocupa y nos hace la vida difícil. Es una lucha a muerte cada día, y el camino se hace cuesta arriba. El mundo y sus ofertas tiran para un lado, y nuestro corazón nos habla en clave de amor. Son momentos tensos y de elección.

Necesitamos la Luz del Espíritu Santo para elegir bien, porque de esa elección dependerá que nuestra alegría perdure hasta la eternidad, o sea apagada por el ruido del mundo que, aparentemente, se nos presenta como verdadera felicidad, pero luego se descubre como mentira sin sentido que nos deja vacío.

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