sábado, 27 de agosto de 2016



Hay cosas que nunca serán hechas porque la persona que tenía que hacerla enterró sus talentos. Y otras que sí saldrán a la luz, porque quienes tenían que sacarlas han respondido a esa vocación. Los talentos recibidos no son para guardarlo, sino para ponerlos al servicio de los demás.

El Evangelio de hoy nos habla muy claro a este respecto, tanto sobre los talentos recibidos, como a los resultados y consecuencias. Conviene leerlo poniéndonos en el lugar que nos corresponde y reflexionar sobre la cuantía de mis talentos. Podría ser que también nosotros los tuviésemos enterrados. 

Hay talentos de muchas formas. No sólo en monedas, sino también en valores y cosas intangibles como es el tiempo, la paciencia y el servicio, que no sólo no se pueden tocar ni ver, pero si experimentar y sentir. Y, sobre todo, realizar. Porque muchos esperan de nosotros que los apliquemos.

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