Jesús es preguntado varias veces por su identidad y quien le
ha dado esa dignidad que se arroga. Su Bautismo lo proclama como el Mesías, el
enviado, el Predilecto, el Hijo amado. Es presentado como el salvador que el
Padre envía.
Y lo hace llenándolo de su Espíritu, para que, a partir de
ahora, los bautizados los sean con el Espíritu Santo. Es el Hijo que profetiza
Isaías, que descubre Simeón y que Juan
el Bautista señala a sus discípulos como el Cordero de Dios que quita los pecados
del mundo.
Todo queda aclarado.
No hay ninguna duda. Jesús es el Hijo de Dios Vivo. Aquel que estaba pensado
por el Padre desde el principio para el rescate de todos los hombres de la
esclavitud del pecado. Jesús es el Redentor y en Él están puestas todas
nuestras esperanzas.
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