Hay
momentos en que nuestro comportamiento denota cierta actitud infantil. Se trata
de actuar siempre como corresponde a nuestra edad, razón y responsabilidad.
Señor, Tú
sabes lo que necesito, y lo que me conviene. Tú quieres darme esa felicidad
eterna junto a Ti, conoces mis proyectos y debilidades. Dame, Dios mío, la
fortaleza, paz y sabiduría para encontrar el camino que Tú me señalas.
Los ritmos que marcan nuestra vida debemos interpretarlos desde la óptica de Dios. Y, desde Él, discernir nuestra actuación, llevando contentos en ocasiones, y en otras, solidarizándonos, atentos a las necesidades de los demás.
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