La costumbre de ayunar estaba muy introducida en la cultura
judía. Introducida como una oferta para mitigar y perdonar los pecados
cometidos. El ayuno intentaba compensar y saldar la deuda moral contraída. Un
ayuno que no iba a mejorar sino a cumplir. Ley y más ley.
Jesús cambia la costumbre, la hace nueva, le da vida nueva.
El ayuno no sirve para pagar penas o faltas. El ayuno fortalece la oración y
sirve como preparación para fortalecernos y tomar control de uno mismo, de
sobriedad y equilibrio. El ayuno nos prepara para, en el Espíritu, fortalecer
nuestra fe.
Por eso, las viejas
costumbres y tradiciones tienen que ser renovadas en el Espíritu. Un Espíritu
que nos hace nuevo, que nos transforma, que nos fortalece y que nos prepara con
el ayuno a despojarnos de todo aquello que nos interrumpe nuestra unión con el
Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.