Nuestra esperanza no
se materializa si no somos capaces de convertirnos. Es precisamente a lo que
nos invita Jesús, a convertirnos porque está cerca el Reino de los cielos. Esa
será nuestra meta, y para eso tenemos un camino que andar. Y andarlo nunca sólo
sino en la presencia del Señor.
Nuestra vida es la
gran oportunidad que todo hombre tiene para responder a esa invitación que
Jesús nos hace. Una vida que tenemos que aprovechar como un gran Tesoro, para
responder a las enseñanzas de Jesús y hacer lo que Él hace. Y eso no nos será
posible si no nos abrimos a la acción del Espíritu Santo.
Lo que perseguimos es la conversión. Una conversión que consiste
en cambiar de vida, o en mirarla de otra forma. Mirarla según la mira Jesús, y
vivirla al estilo de Jesús. Estilo que nos será imposible a nosotros solos,
pues nuestra naturaleza humana nos lo impide, pero con y en el Espíritu Santo
podemos alcanzarla.
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