El hombre es ambicioso, está esclavizado y sometido por el
vicio y la mentira. Gusta de hacer lo que no quiere y es tentado por malos
pensamientos que le someten y le arrastran a realizarlos. Es la lucha de cada
día: “hago lo que no quiero, y dejo de hacer lo que quiero”-Rm 7, 18-19-.
Hoy, Jesús, nos previene contra ese rechazo del mundo: «Si
el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais
del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al
elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo». Y esto
lo tenemos que tener muy claro los que creemos y seguimos a Jesús.
Esa es la cruz de la que tanto hablamos. A eso
añadimos las tentaciones, obstáculos y vicisitudes que la vida nos presenta
hasta llegar a la meta final, compartir nuestra muerte con Jesús. Muerte que será, no el final, sino el
principio de una vida prometida para los que viven en los mandatos del Señor.
Vida Eterna llena de gozo y alegría
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