La vida es un camino, y, como
camino, valga la redundancia, hay muchas veredas y atajos que pueden desviarte
y conducirte a peligros insospechados. A veces, creyéndote más listo que otros
y suficientemente preparado, te desvías y tomas otra ruta que te lleva a tu
propia perdición.
Conviene ir bien asesorado.
Pero, muchas veces, ese asesoramiento contratado por un salario o apoyado en la
amistad, son falsos y no comprometidos en la verdad, sino interesados
egoístamente. Y resulta tan perjudicial como ir tú sólo. Todo resulta muy
complicado y peligroso.
Sólo el verdadero y Buen Pastor, el Señor, es el único
que puede acompañarnos y asesorarnos en el Espíritu Santo. Él es el enviado a
guiarnos y conducirnos por praderas verdes y frondosas que nos lleven al
verdadero redil libre de todo peligro, que en Él lograremos saltear y vencer.
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