Habían sido descubiertos en
la parábola de la viña y les había puesto en entredicho sus poderes y manejos.
Se habían apoderado de esa Palabra de Dios manejándola a su antojo. Y eso les
descubres y les molestan. Y tratan de quitarlo del medio. Ahora, aprovechando
esa tensión, le buscan para ponerlo de nuevo en aprietos.
Quizás no nos extrañe que hoy
esté ocurriendo lo mismo. El poder político está en tela de juicio y se debate
entre ganar poder y mandar. Jesús les molesta y le tienden una trampa. No hay
escapatoria. O defiende al Cesar o al
pueblo. Y uno de los dos quedará ofendido. Así que, con esa intención la hacen, tras disimular la pregunta.
La respuesta les tumba y les
deja sin palabras y totalmente derrotados. «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a
Dios». No se puede poner a la
misma altura lo de aquí abajo, ya sea social o político, que lo de Dios. Él quiere que nos amemos, y amándonos todo,
tanto social como político queda resuelto.
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