sábado, 8 de julio de 2017

No parece de sentido común que a la fiesta se vaya con cara triste y apesadumbrada. Nos preguntaríamos qué hacemos en ese lugar, donde la gente va a divertirse. No es lógico que estemos tristes cuando todos los demás van a divertirse y a pasarlo bien. Desentonaríamos.

De la misma forma, estar triste cuando el Señor está con nosotros es ilógico. Y menos ayunar y hacer sacrificios. No tendría mucho sentido que sentirnos salvados e invitados al banquete de la Vida Eterna sea para ponerse a llorar. Un cristiano es una persona alegre, porque se experimenta salvado.

Y debe dejar lo viejo con lo viejo, porque ahora estamos en tiempo de salvación. Al vino nuevo, odres nuevos. Misericordia quiero y no sacrificios –Mt 12, 7- nos dice el Señor. En la misericordia encontramos el momento donde tendremos que renunciar y sacrificarnos por el bien del otro. Sobrarán oportunidades para despojarte de ti y darte al otro.

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