Cuando pasamos de puntilla y escondemos la cabeza o miramos
para otro lado, experimentamos que no hemos hecho bien. Sabemos que tenemos que
denunciar y corregir lo que creemos que no está bien. Es de sentido común
hacerlo como ciudadano si observamos que algo se hace en perjuicio de todos,
pues es un derecho y deber cívico.
Sin embargo, hay circunstancias que te eximen, pues sabes
que tu voz no va a ser escuchada y es provocada para aniquilarte o destruirte.
Diferente será que te ataquen y quieran de ti que renuncies a tu fe y te
avengas a lo que ellos desean. De todos modos, la prudencia te señala el camino
a tomar.
De cualquier modo,
siempre debemos de estar vigilante y atentos para reprender fraternalmente, no
sólo al hermano en la fe, sino a todo aquel que hace una acción justa de
reprimenda o corrección. Porque, silenciarnos nos hace cómplice.
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