El hombre cree que siempre hay tiempo, y así parece. Nunca
es tarde si la dicha es buena. Así reza el refrán, pero, llega un momento que
es definitivo y que en él termina todo nuestro tiempo. Y nuestra felicidad
dependerá de ese momento. Por lo tanto, tomárselo en serio sería muy buena opción,
sobre todo ahora que estamos a tiempo.
Hay un peligro, y es que no sabemos el día ni la hora. Y eso
juega en nuestra contra, porque podemos ser sorprendidos. De ello se desprende
que debemos estar siempre atentos y, sobre todo, preparados. Y preparados
consiste en estar en sintonía con el Señor y con nuestra particular alcuza
llena de aceite.
Eso significa que
debemos estar atentos y viviendo hasta el último momento de nuestro tiempo en
su presencia y a los pies de su Misericordia. Y tener la lámpara de nuestro
corazón bien limpia y encendida para acudir con prontitud a su llamada,
abandonados a su Gracia y Misericordia.
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