sábado, 9 de septiembre de 2017

El hombre es el ser superior de toda la creación. Sus derechos le vienen dado por la Ley Natural, y su dignidad está por encima de cualquier ley humana, que debe siempre estar promulgada para el bien de los derechos del hombre. Nunca debe ser postergada sometiendo al hombre.

Por lo tanto, el hombre debe ser el centro de toda la ley y, en función de éste debe ir dirigida. Nada debe impedirle hacer todo aquello que es útil y provechoso para la defensa de su vida y de todos sus derechos y dignidad. Y, ante la oscuridad del discernimiento de saber y distinguir lo bueno de lo malo, el hombre debe abrirse a la Verdad Suprema de donde procede toda verdad.

Por eso, el Señor les recordó: «¿Ni siquiera habéis leído lo que hizo David, cuando sintió hambre él y los que le acompañaban, cómo entró en la Casa de Dios, y tomando los panes de la presencia, que no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, comió él y dio a los que le acompañaban?». Y les dijo: «El Hijo del hombre es señor del sábado».

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