Jesús, nuestro Señor, pasó haciendo el bien. Esa es la estela que Él deja de su paso por la tierra. La gente se agolpa detrás de Él y
le escucha atentamente. No cabe duda que para seguir al Señor hay que
conocerle, porque sin eso, difícilmente se podrá hacer su Voluntad. Y esta es
una buena oportunidad para acercarse a Él.
Subir a la barca de la Iglesia es la invitación que Jesús te
hace cada día. Esa Iglesia que Él fundamentó en Pedro y sus apóstoles, y que tú
y yo, por nuestro Bautismo, también formamos. Nos enseña su Poder con la pesca
milagrosa, para que no dudemos de su Divinidad y abramos nuestros corazones a
su Palabra. Pedro y los demás quedan asombrados.
Y se reconocen
pecadores, indigno de que en ellos deposite Jesús su confianza. También
nosotros nos sentimos indignos, desmerecedores de tanta confianza y
misericordia. Queremos pedirte perdón, Señor, y responder a tu llamada, que nos
haces cada día desde el compromiso de nuestro Bautismo. Danos la fuerza que
avive en nosotros esa llama de tomar conciencia de la misión que nos ha sido
encomendada, la de anunciarte.
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