Hoy, la Iglesia, molesta mucho y se le prohíbe hablar. Se
les aparta de los colegios y se le cerca hasta el punto de alejarla de la
sociedad. Sí, cuando se le ha callado su voz, se les reconoce y se les hace
honores y hermosos sepulcros. Pero, ¿se escucha su palabra y se pone en
práctica?
Indudablemente, se nos pedirá cuenta, sobre todo por todas
nuestras acciones que impiden que otros puedan aceptar la Palabra. Porque con
nuestros actos levantamos verdaderos muros que alejan e impiden a otros recibir
la Palabra.
Tratemos de
reflexionar y abrirnos a la Palabra ajustándola a nuestra forma de vivir y
esforzándonos en ser cauces para que otros puedan, con nuestro testimonio, aceptarla
y llevarlas a sus vidas entregándose a difundirlas por el mundo.
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