La tierra que el hombre ha recibido de Dios ha ido perdiendo
fuerza. Los avances de la ciencia le han permitido someter y controlar mejor la
tierra y manejar su fertilidad a su antojo. Así, el hombre ha ido perdiendo su
dependencia de Dios y se ha olvidado de Él.
Sin embargo, la vida no está en manos del hombre y su
necedad –pecado- le lleva a rebelarse contra Dios. Ha sucedido muchas veces, y
el hombre se pierde por su auto-suficiencia y la necesidad de darle gracias por
todo lo que ha recibido y recibe cada día.
Hoy, Jesús, en el
Evangelio, nos recuerda esa necesidad, porque, sin Dios y su Gracia, el hombre
se pierde y se malogra. Su deseo de felicidad y eternidad no está sino en Dios. Creador de todo lo que existe y que el hombre no conoce, sino
lo poco que ve. Tratemos de buscar la sabiduría del Cielo, que nos
descubrirá el camino para llegar a Él.
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