Aquellos fariseos, relata el Evangelio de hoy, estaban
atentos a los movimientos de Jesús. Buscaban algún detalle, suponemos, que les
sirviera para acusarle. Sus miradas llevaban mala intención y buscan ridiculizarle
o dejarle en mal lugar. Hay miradas, concluimos, y miradas.
Jesús también observaba y advirtió que se afanaban por
ocupar los primeros puestos. Ante este hecho les propuso una parábola: «Cuando
seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea
que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que
os convidó a ti y a él, te diga: ‘Deja el sitio a éste’, y entonces vayas a
ocupar avergonzado el último puesto.
Al contrario, cuando seas convidado, vete
a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó,
te diga: ‘Amigo, sube más arriba’. Y esto será un honor para ti delante de
todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será
humillado; y el que se humille, será ensalzado».
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