El hombre necesita leyes,
pero también necesita equilibrio y saber dónde termina el cumplimiento de la
ley y empieza la prioridad del hombre. Porque, todo debe ir orientado al bien
del hombre. Se corre el peligro de que la ley priorice la vida del hombre y,
éste se vea sometido a ella.
Por eso, hay que tener bien
claro que la ley está para el bien del hombre, y que son necesarias para
regular su vida, pero siempre en función de servir a éste y no someterle. Y es
que, sin darnos cuenta, nos hacemos esclavos de la ley y son ellas las que nos
gobiernan.
Jesús sufrió esta forma de pensar en su tiempo, y, a
pesar de la distancia, todavía sigue ocurriendo lo mismo. Porque, ¿no estamos
cayendo en el mismo error con el trabajo los domingos? ¿No nos hemos pasado al
extremo de priorizar lo material y no dejar lugar a lo espiritual? ¿No buscamos
el ocio y la diversión ante que espacios de oración y verdadero descanso
espiritual?
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