lunes, 18 de junio de 2018

Es algo que nos resulta difícil de entender y de superar. La violencia y el mal nos violentan y nos impulsan a responder con las mismas armas. Pero, por experiencia, sabemos que eso no arregla nada y que añadirá más violencia a la vida y al ambiente. Por lo tanto, lo más lógico es tener serenidad y actuar con cabeza haciendo el bien.

No podemos enfrentarnos a esa lucha, solos, sino de la Mano del Espíritu Santo. La violencia nos puede y despierta nuestra soberbia e instinto y nos inclina a violentarnos nosotros también. Es la normal reacción humana. Necesitamos la Gracia de Dios para suavizar nuestro corazón y llenarnos de paciencia.

Pero, sobre todo, para amar. Necesitamos amar porque es en el amor donde encontramos el perdón y la felicidad, y la violencia estropea todo. Por eso, cultivemos en la presencia de Dios un corazón generoso, caritativo y dado a compartir y a darnos en paz y verdad a los demás.

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