viernes, 31 de agosto de 2018

De repente, todos hemos experimentado un apagón de luz. Bien sea en casa o en la ciudad. Y todo se queda paralizado. Nada puede seguir su ritmo habitual. Es necesario recargar la energía para que, con la luz, todo vuelva a caminar. Entonces, experimentamos la necesidad de la luz.

Pero, también observamos que la luz que compramos o conseguimos en este mundo no es suficiente. Hay momentos y situaciones en nuestras vidas que no bastan con la luz que nos da el mundo. Necesitamos otra clase de energía para poder ver y discernir qué camino y orientación tomar. Y esa luz no se consigue con dinero ni con poder.

Es la luz de la Gracia, que sólo se consigue con humidad, sencillez y abriendo nuestros corazones a la acción del Espíritu Santo, que nos alumbra y nos dirige por los caminos oscuros de la vida. Para ello, se hace necesario tener la alcuza de nuestro corazón lleno de la Gracia de Dios y estar preparado para, cuando la luz de este mundo se apague, encontrarnos con Aquel que pueda encenderla y darle Vida Eterna.

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