miércoles, 1 de agosto de 2018

La experiencia nos delata que, o no sabemos buscar o perdemos el tiempo buscando donde no hay. No sólo gastamos nuestro tiempo, sino que también tomamos de la experiencia de otros, de nuestras propias familias, de nuestros amigos, conocidos, círculos e incluso enemigos…etc. Y no encontramos resultados, seguimos insatisfechos y perdidos.

Pero, no desistimos. En nuestro corazón hay algo que nos empuja y nos llama a esa búsqueda perseverante de esa perla o tesoro que nos responda y nos permita ser felices y vivir en paz. Hay algo que nos descubre, en muchos momentos estamos cerca, la cercanía a esa experiencia de experimentarnos felices, y, siempre, coincide con la vivencia del amor.


Sí, experimentamos que estamos felices cuando realmente amamos olvidándonos de nosotros mismos, pero, también sentimos que esa felicidad no se mantiene. Desaparece con nuestros afanes, ambiciones, egoísmos y pecados. Necesitamos eternizarla y, experimentamos que cuando permanecemos junto al Señor, todo parece diferente y la perla brilla como el Sol Y es que el Señor es la Perla que andaba buscando.

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