sábado, 12 de enero de 2019

La vida nos da muchas sorpresas. Posiblemente, una de las causas que las originan sea la dificultad y el poco ejercicio del diálogo. Se habla poco del propio conocimiento personal. O no profundizamos, dicho de otra manera, en el conocimiento propio y en el de nuestra pareja. Y así las separaciones son repentinas y sorpresivas.

Y lo mismo ocurre en las familias y entre los grupos sociales, amigos y hasta dentro de la misma iglesia. Sin conocimiento uno del otro poco podernos comprendernos, ayudarnos y amarnos. Pero, para eso necesitamos aprender a comunicarnos y a darnos a conocer. Amar implica conocer, pues lo que no se conoce no se ama.

Quizás seamos los más desconocidos para nosotros mismos. Necesitamos hacer silencios en nuestras vidas y aprender a conocernos desde la luz del Espíritu Santo, que nos ilumina y nos asiste para darnos cuenta que todo nos viene del Señor y nosotros somos unas simples criaturas a su servicio.

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