martes, 30 de abril de 2019

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Al hombre y la mujer les cuesta obedecer. Ya sucedió con nuestros primeros padres cuando se rebelaron contra el mandato de Dios, pero sigue sucediendo en cada momento que nos rebelamos o somos indiferentes a los impulsos del Espíritu Santo.

No queremos saber nada del Espíritu Santo y obedecemos nuestros propios impulsos siguiendo nuestras apetencias e intereses sin sopesar ni reflexionar sobre lo que el Espíritu Santo nos pueda indicar. Es más, lo ignoramos y le cerramos las puertas de nuestro corazón.

Corresponder al compromiso de nuestro bautismo es dejar que el Espíritu Santo gobierne nuestra vida. Primero, porque sabe más que nosotros y porque busca nuestro bien; segundo, porque es el único que puede guiarnos por el verdadero camino que conduce a la Casa del Padre.

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